El maestro llega cuando el alumno está dispuesto.

No hay mejor frase para describir el inicio de mi experiencia con los cuencos.

Desde la primera vez que escuché cantar un cuenco me atrapó el sonido que emanaba la fricción de una baqueta de madera cubierta con un trozo de piel al rozar alrededor de un cuenco de bronce. Poco tiempo después, en un proceso de cambios me recomendaron una terapia sonora, no tenía idea de lo que se trataba, solo confié en la persona que me lo dijo. ¡Me encantó!

Sentí una paz absoluta que duró varios días, desde ese momento supe que algún día tenía que aprender a practicar esta sonoridad para ofrecerle a mi familia esa clase de amor.

Pasaron los años y en el camino me fui topando una y otra vez con los cuencos. Cuando me latía compraba uno, luego otro, y así… me dejé llevar por el inconsciente, los tocaba de pronto de manera intuitiva hasta el día en que me apareció en las redes sociales la publicidad de un curso que se llevaría a cabo cerca de San Miguel.

Sin dudarlo fui, y lo que esperaba llegó.

El amor por la sonoridad de los cuencos me envolvió y aquí estoy, sin dejar de confiar en que cada día traen algo mejor a mi vida y a mi entorno.

Gracias Geoffrey por crear esta revolución. Gracias Ramón, Alicia y Damián por compartir. Y gracias “The Elephant Bowl” por vibrar conmigo.

Atrévete a sentir. Regálate armonía, ¡BUSCA TU EQUILIBRIO!